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martes, 12 de enero de 2010

Feminismo, capitalismo,globalización y vida cotidiana

Luis Roca Jusmet
Rebelión


La mercantilización de la vida íntima la casa y el trabajo Arlie Russell Hochschild Traducción de Lilia Mosconi 383 páginas Ed. Katz, 2009




Desconocida en nuestro país Arlie Russell Hochschild ( Massachussets, 1940) es una interesante socióloga especializada de la situación de la mujer en el tardocapitalismo. Este libro, tan denso como extenso, reúne varios ensayos con un hilo conductor común. que la autora presenta en la introducción en forma de preguntas: ¿ Que cosas influyen en el amor y el cuidado ? ¿ De qué manera ha cambiado esta situación desde que la mujer ha pasado de estar al margen de la vida mercantil en el siglo XIX a estar cada vez más incorporada a ella a principios del siglo XXI ?. Los temas implicados son variados y complejos: emoción, género, capitalismo, globalización; todo ello en un marco cultural específico, que es EEUU pero con un interés que lo trasciende porque ésta sociedad es, sin duda, el paradigma de la lógica del capitalismo por venir.
También vale la pena mencionar las idea con la que se cierra el libro: en el último cuarto de siglo el capitalismo USA está integrando ideológicamente el feminismo pero de una manera interesada y parcial, incorporando lo que cuadra con el capitalismo y el individualismo; pero lo ha hecho prescindiendo de toda la reorganización que implicaba el equilibrio entre la vida económica y la vida privada de la mujer trabajadora.

Los cinco ensayos son complementarios y reflejan la coherencia, el rigor y la claridad de la socióloga y aunque todos son interesantes creo que algunos son extraordinarios. El mejor es el cuarto (“La ecología del cuidado”) que consta de tres artículos : “Amor y oro” ( muy influenciado por la perspectiva de Marx), “La geografía emocional y el plan de vuelo del capitalismo” ( inspirado en el punto de vista de Durkheim) y la cultura de la política”.
En “Amor y oro” trata de la tendencia global a importar amor y cuidado de los países pobres a los países ricos. Si la desigualdad progresiva entre estos conjuntos de países lleva a que las personas con más talento y capacitación de los países pobres sean absorbidos por los países ricos al mismo tiempo las mujeres de los países del Sur deben abandonar a las personas que dependen de ellas ( hijos, padres...) para ocuparse de personas dependientes de los países del Norte.
Y aquí se da una transferencia emocional, ya que estas mujeres acaban proyectando su amor hacia las nuevas personas que dependen de ellas. Pero, cómo bien dice la autora, este sentimiento de amor no es el originario ya que no solo cambia de destinatario sino que también se transforma en el nuevo escenario; y esto como producto de la combinación de tres factores: la ideología estadounidense sobre los vínculos materno-filiales, la soledad de la mujer y la nostalgia de los hijos de los que se han separado por necesidad.
Continua siendo una forma de imperialismo, ya que si antes se saqueaban los recursos materiales ahora son los emocionales, pero la autora también considera que el desarrollo de un país con respecto a otro genera siempre migraciones y lo que hay que plantear es elevar el valor del trabajo realizado por las cuidadores. Por otra parte, y aparte de la lucha por eliminar la tendencia a aumentar la desigualdad Norte/Sur e invertirla, se trata de involucrar al padre de todos los países en la realización de las tareas del cuidado y de esta manera ir contra el traspaso de estos trabajos hacia las clases sociales más pobres.

En “La geografía emocional y el plan de vuelo del capitalismo” parte de la constatación de la aceleración progresiva de la vida laboral y familiar en EEUU. Cada vez hay más madres que trabajan fuera de casa, cada vez se trabajan más horas ( EEUU es el país industrializado donde se trabajan más horas al año, superando al mítico Japón) y los empleos no tienen flexibilidad horaria.
Delante de ello hay tres posibilidades : o “racionalizar” la vida familiar dejándola en manos de expertos ( canguros, cuidadores, servicio de limpieza...), o volver a la solución tradicional ( hombre en el trabajo, mujer en casa) o bien, como defiende la socióloga, adecuar al horario laboral al familiar y repartir el cuidado y el trabajo doméstico entre hombres y mujeres. Pero en EEUU lo que domina es una vida cada vez más centrada en el trabajo, al que se quiere convertir en un lugar estimulante para los dirigentes y trabajadores cualificados, donde puedan desarrollar una vida social y lúdica. Y lo familiar conducirlo hacia el área privada, ya que al mismo tiempo se reducen cada vez las políticas públicas de apoyo a la familia y a las personas dependientes. Un tema inquietante y muy palpable en EEUU que es como cada vez las personas se implican más en el trabajo ( tanto hombres como mujeres) al que consideran su lugar de realización personal mientras la vida familiar se reduce a un lugar residual de tensiones y conflictos.

Todo esto enlaza con el tercer artículo, donde la socióloga plantea las cuatro alternativas políticas referidas al cuidado : la tradicional, la postmoderna, la moderna-fría y la moderna-cálida. Las dos primeras son las propias del neoliberalismo : si es posible que la mujer se ocupe del cuidado mientras el hombre se dedica cada vez más al trabajo ( tradicional, como ocurre en Suiza y Portugal ) si no lo es que la mujer haga de la necesidad virtud y se ocupe de todo de la mejor manera posible, ayudada en parte por el Estado ( combinación de postmoderna y moderna-fría, como en EEUU). La mejor alternativa sería la cuarta, la moderno-cálida, que es la que impera en los países nórdicos ( Dinamarca, Noruega y Suecia). Esta opción implica adaptar el sistema laboral a las exigencias del cuidado, corresponsabilizando a hombres y mujeres del cuidado y una política pública de apoyo a este equilibrio.

En el resto del libro hay también otras cosas destacables, como los dos primeros artículos del primer ensayo ( “Una cultura de la desinversión psíquica”) que se titulan “El espíritu mercantil de la vida íntima y la abducción del feminismo” ( que como dice la autora tiene un aire muy weberiano) y “ La frontera de la mercancía”. Hay aquí analizadas dos cuestiones de gran interés : el primero es el ideal masculina que se ofrece a la mujer muchas veces en nombre de un supuesto feminismo y el segundo el peligro que tiene aplicar conceptos mercantiles a la vida personal : gestión, cliente, productividad, competencia, oferta y demanda....

En el tercer ensayo ( “El dolor reflejo de una sociedad conflictiva”) hay dos artículos que son igualmente imprescindibles : “El colonizador colonizado” y “La familia fracturada”. En el primero hay que criticar que la traductora ( en general muy correcta, aunque nos choquen algunas expresiones latinoamericanas) porque la traducción elegida para el título invierte totalmente el sentido del texto. Porque no es “el colonizador el que resulta colonizado” sino que es este último el que hace de transmisor de las ideas del colonizador. Con este título ( “El colonizado colonizador”) sí entendemos de lo que trata el capítulo, que es el del papel de la madre que transmite a la hija la ideología de la sumisión; y al mismo tiempo esto nos permite abordar con toda la complejidad de relaciones ambivalentes entre madre-hija en una sociedad patriarcal.
El segundo artículo trata de las transformaciones de la familia en las últimas décadas, siempre tomando como referencia EEUU, el país con más divorcios del mundo y en el que se prevé que el 60% de las mujeres serán las responsables de una familia monoparental en un país en el que la mayoría de hombres divorciados se desentienden de sus hijos.

Como última referencia al contenido del libro no quiero olvidarme de dos artículos muy preciosos del último ensayo ( “Un yo imbuido de sentimientos”) que son “La capacidad de sentir” y la elaboración del sentimiento”.
Aquí hay un trabajo muy innovador y sugerente sobre como las convenciones y la ideología reglamenta los sentimientos. Parte de los trabajos del mejor representante de la sociología de la vida cotidiana, Erving Goffman pero con la pretensión crítica de cubrir un aspecto que él no desarrolla, que es el emocional. La cuestión central es la de cómo elaboramos socialmente los sentimientos, aunque creo que falla una distinción más precisa de lo que es una emoción y un sentimiento, que de esta manera queda en la ambigüedad. La distinción del filósofo y neurocientífico Antonio Damasio, que considera la emoción como la base reactiva corporal y el sentimiento como la conciencia que tenemos de ella hubiera dado más juego. Igualmente creo que sería fecundo tener en cuenta las aportaciones de corrientes psicoanalíticas más interesantes que las que circulan por EEUU, que es la única que la autora considera en el texto.

En todo caso el libro es muy potente y abre un campo de reflexión psicológica, sociológica y política bastante desconocida en nuestro país. Una vez más muestra el error de aquellos que como Wilheim Reich consideraban que la familia es la estructura ideológica básica del capitalismo.
En esta etapa de globalización se cumple la previsión de Marx de que la lógica del capitalismo acaba destruyendo todos los lazos tradicionales, incluido el de familia. Quizás la relectura de Un mundo feliz de Aldous Huxley nos diga bastante sobre lo que puede llegar a ser la reproducción social en los países del Norte.
Y lo que es fundamental en el libro que tratamos es la relación entre la lucha de la mujer, que es uno de los elementos básicos de la democracia entendida como la lucha para acceder al poder de todos aquellos que están discriminados, y los intentos del capitalismo de desintegrarla en una ideología que sólo responde a sus intereses.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes

lunes, 4 de enero de 2010

nuevos comienzos en el 2010 se ocupan tierras en Bella Unión

En la madrugada del lunes 4 de enero de 2010, fue ocupada por asalariados rurales y pequeños productores la Colonia “Raúl Sendic”, ubicada en la cercanía de Bella Unión.

Los ocupantes pertenecen a la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA); al Sindicato de Obreros de la Caña de Azúcar (SOCA); a la Asociación de Pequeños Agricultores y Asalariados Rurales de Bella Unión (APAARBU) y a Gremial Granjera.

Dichas organizaciones reclaman por la no adjudicación de tierras en la fecha prometida y por falta de definiciones por parte de Alcoholes del Uruguay S.A. (ALUR) y del Instituto Nacional de Colonización (INC), acerca de los futuros colonos que van a ingresar a la Colonia "Raúl Sendic".

Asimismo las organizaciones informan, que en forma permanente, le han hecho saber a ALUR, acerca de la falta de maquinaría para llevar adelante los trabajos en tiempo y forma.

Hasta el momento no han tenido respuesta y se declaran en conflicto hasta tener una respuesta razonable.

Para comunicarse con la ocupación, llamar a:

Jorge Rodas 099 280 326
Juan Santana 099 049 600

domingo, 3 de enero de 2010

El capitalismo llegó s su crísis terminal: González Casanova

Sostiene que es inevitable una transformación política y social en México y el planeta

El capitalismo llegó a su “crisis terminal”: González Casanova
Insta a reconocer triunfos como la revolución cubana y la creación de los caracoles zapatistas

Luis Villoro llama a la “resistencia organizada” para abrir “el camino a un mundo diferente”

más información en La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/2010/01/03/index.php?section=politica&article=003n1pol

viernes, 1 de enero de 2010

Las fiestas y el consumismo

Las fiestas y el consumismo

x Pier Paolo Pasolini

Para el nuevo capitalismo es indiferente que se crea en Dios, en la Patria o en la Familia. Ha creado su propio mito autónomo: el consumidor que se siente feliz de serlo
El texto que sigue a continuación pertenece al escritor y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini y apareció en la revista Tempo un 4 de enero de 1969. El artículo integra una columna que Pasolini escribía habitualmente para ese medio de comunicación, bajo el nombre de “El Caos”. Se refiere a la Navidad y fue escrito al calor de una época, pero aún guarda una evidente actualidad.
Hace ya tres años que hago lo posible por no estar en Italia durante las Navidades. Lo hago adrede, con saña, desesperado ante la idea de no conseguirlo; aceptando incluso una sobrecarga de trabajo, aceptando la renuncia de cualquier modalidad de vacación, de interrupción, de descanso.
No tengo fuerzas para explicar exhaustivamente el porqué al lector de Tempo. Esto extrañaría la concesión de la violencia de lo novedoso a viejos sentimientos. Es decir, una prueba “estilística” sólo superable mediante la inspiración poética. Que no viene cuando se quiere.
Es un tipo de realidad que pertenece al viejo mundo, al mundo de la Navidad religiosa: y responde todavía a su vieja definición.
Sé perfectamente que incluso cuando yo era niño las fiestas navideñas eran una idiotez: un desafío de la Producción a Dios. Sin embargo, por entonces yo estaba todavía sumido en el mundo “campesino”, en una misteriosa provincia situada entre los Alpes y el mar o en cualquier pequeña ciudad provinciana (como Cremona o Scandiano). Había hilo directo con Jerusalem.
El capitalismo no había “cubierto” aún totalmente el mundo campesino del que extraía su moralismo y en el que, por lo demás, seguía basando sus chantajes: Dios, Patria, Familia. Estos chantajes eran posibles porque correspondían, negativamente, en tanto que cinismo, a una realidad: la realidad del mundo religioso que había sobrevivido.
En la actualidad, el nuevo capitalismo no tiene ninguna necesidad de este tipo de chantaje, como no sea en sus márgenes o en los islotes supervivientes o en las costumbres (que se van perdiendo). Para el nuevo capitalismo es indiferente que se crea en Dios, en la Patria o en la Familia.
De hecho ha creado su propio mito autónomo: el Bienestar. Y su tipo humano no es el hombre religioso o el hombre de bien, sino el consumidor que se siente feliz de serlo.
Cuando yo era niño, pues, la relación entre Capital y Religión (en los días navideños) era espantosa, pero real. Hoy en día, dicha relación ya no tiene razón de ser. Es un absurdo absoluto. Y es posible que sea este absurdo lo que me angustie y me obligue a huir (a países mahometanos).
La Iglesia (cuando yo era niño, bajo el fascismo) estaba sometida al Capital: éste le utilizaba, y ella se había convertido en instrumento del poder. Había regalado a las grandes industrias un niño entre un asno y un buey. Además, ¿no desfilaba bajo las banderas de Mussolini, de Hitler, de Franco, de Salazar? Hoy en día, sin embargo, la Iglesia me parece, en cierto sentido, más sometida que antes al Capital.
Antes, en realidad, la Iglesia se salvaba por ese poco de autenticidad que había en el mundo preindustrial y campesino (en ese poco de artesanía que permanecía en las viejas industrias); ahora, en cambio, no hay contrapartida.
Ni siquiera puede decir que a su vez utilice al Capital: porque, de hecho, el Capital utiliza a la Iglesia únicamente por costumbre, para evitar guerras religiosas, por comodidad. La Iglesia ya no le sirve.
Si ésta no existiese, aquel no la echaría de menos. Sin embargo, en casos por el estilo, la utilización debe ser recíproca para que sea útil a ambas partes.
En este punto la Iglesia debería distinguir, por ello mismo, las fiestas propias (si, aunque sea anticuadamente, aún las tiene) de las del Consumo. Debería diferenciar, por decirlo pronto y bien, las hostias de los turrones. Este embrassons-nous entre Religión y Producción es terrible. Y, de hecho, lo que de aquí se deriva es intolerable a la vista y a los demás sentidos.
A decir verdad, es innegable, la Navidad es una antigua fiesta pagana (el nacimiento del sol) y como tal era originariamente alegre: es posible que esta alegría ancestral aún tenga necesidad de manifestarse, periódicamente, en un hombre que va a roturar el Sájara con monstruos mecánicos.
Pero en ese caso que la fiesta pagana se vuelva pagana: que la sustitución de la naturaleza natural por la naturaleza industrial sea completa, incluso en las fiestas. Y que la Iglesia se distancie de aquella.
Ya no puede jugar a la rusticidad y a la ignorancia: no puede fingir que no sabe que la fiesta navideña no es ni más ni menos que una antigua fiesta celebrada in pagis (“en el campo”), pagana, y que la mezcolanza es arcaica y medieval. La tradición de los belenes y los árboles navideños ha de abolirla una Iglesia que de verdad quiera sobrevivir en el mundo moderno. Y no esto no lo saben sólo los curas excéntricos, progresistas y cultos.
Como fiesta pagana-neocapitalista, Navidad siempre será terrible. Es un erzatz (“sustituto”) –con week-end y solemnidades afines- de la guerra. En tales días brota una psicosis indefectiblemente bélica. La agresividad individual se multiplica. Aumenta vertiginosamente el número de muertos. Es una verdadera barbarie.
Se dice: muchos Vietnam. Pero los muchos Vietnam ya están aquí. Ni más ni menos que en estas celebraciones festivas en que la fiesta es la interrupción del acostumbramiento al lucro, a la alienación, al código, a la falsa idea de sí: cosas todas que nacen del famoso trabajo que ha quedado reducido a lo que ensalzaban los carteles de los campos de concentración hitlerianos. De esta interrupción nace una libertad falsa en que estalla un primitivo instinto de afirmación. Y se afirma agresivamente, gracias a una feroz competencia, haciendo las cosas más mediocres de la manera más mediocre.
Sí, es espantoso el comentario que acabo de hacer de la Navidad. Y sin ninguna excepción que hacer. Ninguna bondad. Ninguna blandura. Las cosas son así. Es inútil ocultarlo, aunque sea un poco.
Espai Marx