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viernes, 17 de abril de 2015

“La verdadera libertad es no trabajar”, dice un filósofo Boris Groys, especialista en arte, está en la Argentina. Nacido en Alemania oriental, señala las obligaciones que nos crea el mercado. Dice que queremos más igualdad, pero sin perder el Ipod. Boris Groys. El pensador admite que el fin del socialismo trajo desigualdad al Este pero dice que no hay nostalgia de él. Apenas aterrizado, para dar una serie de charlas, el filósofo y crítico de arte Boris Groys, uno de los más originales y polémicos pensadores del arte contemporáneo (Alemania oriental, 1947), realizó una rueda de prensa donde habló de su último libro publicado en la Argentina, Volverse público (Caja Negra, 2014) y también de algunos aspectos de su vida, que transcurrió a ambos lados del muro. Hace poco, en una entrevista otorgada al diario El País, entre el gesto irónico y la crítica sagaz, dijo que ahora, en las sociedades occidentales, somos mucho más esclavos que en la burocracia soviética, donde se trabajaba mucho menos. “Al mercado no puedes engañarlo porque dependes de él, del dinero que te proporciona para vivir. Hay una idea falsa en Occidente y es que la vida está llena de deseos. Pero si de verdad a alguien lo liberas de sus obligaciones, se va a dormir. La verdadera libertad es no trabajar”, dijo en 2008. Groys fue miembro activo de los círculos no oficiales de intelectuales y artistas bajo el régimen soviético, hasta que en 1981 se trasladó a Occidente: “No decidí irme, me pidieron que me fuera”, dijo a los periodistas. “Durante los años 70 publicaba en medios occidentales artículos sobre la escena artística de Moscú y Leningrado. Nadie sabía bien cómo funcionaba el sistema, hasta que la KGB me informó que mis actividades podían ser consideradas antisoviéticas. Si no dejaba de hacerlas, me tenía que ir. Yo no era una excepción a la regla”, dijo Groys, quien dio a entender que a otros les pasaba lo mismo. En el mundo socialista de Europa del Este, el diseño estaba, según Groys, orientado a construir un gusto público de la sociedad como un todo. Si uno ve los proyectos primeros del Constructivismo Ruso, de la Bauhaus o de Die Stijl, ellos buscan unificar un estilo. “Por eso sus ideas del diseño iban contra los intereses privados y comerciales. Hoy, en cambio, estamos en la cultura del gusto privado, y se podría decir que, en el capitalismo, del triunfo del gusto privado por sobre el público.” El fin del socialismo trajo como consecuencia en Europa del Este una sociedad muy desigual. Sin embargo no hay ninguna nostalgia del pasado, asegura. “Hay sí, en la izquierda, que es toda la intelligentsia artística e intelectual, una aspiración a una mayor igualdad, pero no como nostalgia del pasado, sino hacia el futuro. Por un lado, porque es imposible volver hacia atrás, y por otro, porque no creo que nadie esté dispuesto a perder su Ipod.” Groys se refirió al giro contemporáneo en el arte, de la producción de obras hacia la producción de “acontecimientos”, ya sean estos en el espacio público (galerías, museos o incluso la calle) o en Internet. “Primero, diría que los 'acontecimientos' también ocurren, también son materiales. Internet es también un hecho en sí, concreto, material. Luego, el giro de la producción de obra a la producción de eventos se remonta a experiencias de comienzos del siglo XX, a Cabaret Voltaire y Dadá. Ese giro va de la mano de la pérdida de confianza en las instituciones del arte para perpetuar las obras en el tiempo. Si uno cree en la continuidad de esas instituciones tiende a creer más en el valor de la obra. Pero no es accidental que este giro comenzara durante y después de la Primera Guerra Mundial, una época de guerras y destrucción”. Hoy tampoco tenemos confianza en que las instituciones perpetuarán las obras en el tiempo, pero “no por la guerra sino por la economía: es demasiado caro”. Groys habló también de lo que consideró una tendencia contemporánea a negar lo nuevo: “toda innovación es reinterpretada como optimización”, afirmó. “Cada nuevo aparato es entendido como el mismo aparato, sólo que mejorado”. Para Groys, esta creencia opera como una distracción, para no ver aquello que se destruye. “Hay una negación de la diferencia tecnológica –agregó--. Y esa falsa identidad garantiza la supervivencia de la civilización: todo es siempre igual, pero mejor. Ningún sujeto contemporáneo quiere ser el “Angelus Novus”, esa imagen con la que Walter Benjamin ilustraba el sujeto de la historia que mira hacia atrás para denunciar la destrucción y sus mecanismos. En el artículo “Cuerpos Inmortales”, Groys analiza un momento de imaginación radical en la Rusia de finales del siglo XIX. Una especie de utopía biologicista en la que, a partir del supuesto foucaulteano según la cual el Estado moderno procura potenciar la vida de los ciudadanos, esta afirmación se extrema hasta imaginar un poder intensivo capaz de combatir inclusive la muerte natural del individuo, en busca de una inmortalidad que debía volverse un objetivo colectivo y político del Estado. Esto implicaba incluso la solidaridad intergeneracional, por la cual los jóvenes deberían comprometerse con las generaciones pasadas, incluso con los muertos, a los que habría que poder resucitar. Todo lo cual redundaría en una vida eterna y justa verdaderamente para todos, los vivos y los muertos. Curiosamente esas utopías rusas de fines de siglo XIX coinciden con la aparición de la novela Drácula, de Bram Stoker. “La analogía no es de ninguna manera una coincidencia –escribe Groys en su libro–. La sociedad de los vampiros, es decir, de los cuerpos inmortales, en la que reina Drácula es la sociedad del biopoder total por excelencia.” Y si en esa época, el cuerpo inmortal del vampiro era una pesadilla, hoy en cambio se acerca más al sueño contemporáneo. “Al principio Drácula era un ser muy desagradable –reflexionó ayer Groys ante los periodistas--, pero con el tiempo los vampiros se han vuelto cada vez más atractivos: en las nuevas películas aparecen como inteligente, con buenas maneras, sexies y reflexivos. ¡Hasta leen a Mallarmé! ¿Quién lee hoy a Mallarmé? ¡Solo los vampiros lo hacen!” “De hecho -dice Groys- muchas actividades culturales de hoy son vampíricas, hay una afinidad muy profunda entre actividad cultural y fantasía vampírica. Hay intercambio, no de sangre, pero sí de ideas, de cartas, de mails y de textos”. Para Groys las redes sociales no serían lo que son hoy sin el arte conceptual de los años 60. Hubo un profundo entrenamiento para hacer uso de todos esos materiales mezclados, textos imagen, videos. Todo esto es previo a que sean posibles técnicamente. El modo en que aparecen las redes sociales es posible gracias a la educación previa en el arte conceptual. La versión tradicional del arte está basada en la idea del artista como un ser excepcional, único. Desde los 60 se abre un nuevo paradigma de arte, en un arco que va de Guy Debord a Andy Warhol, un paradigma en el que el artista ya no es excepcional sino uno en la multitud: lo importante es ser uno más, pero paradigmático, típico, representativo de muchos. Y esto, por supuesto, es una tarea muy difícil fuente:http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Boris_Groys-critica_de_arte_0_1340266288.html

lunes, 2 de marzo de 2015

obra de Edvard Munch

No hay nada de libertario en el partido politico "Podemos".

No hay nada de libertario en el partido politico "Podemos". Enviado por anonerror en Sáb, 02/28/2015 Dos preguntas en la radio --- Hace unas semanas, y en una radio alternativa, me preguntaron si no era cierto que el municipalismo tiene una honda raíz libertaria. Respondí con una perogrullada: el municipalismo libertario tiene una honda raíz libertaria, pero aplicar este adjetivo a cualquier apuesta municipalista es un error. Lo que siempre se ha defendido en el mundo libertario es el municipio libre, autogestionado y descentralizado. Semejante apuesta, la nuestra, a duras penas puede confundirse con la de proyectos que acatan la lógica de las instituciones y de sus elecciones, como es el caso de la mayoría de los muchos que han proliferado los últimos meses. No está de más agregar que estos proyectos municipalistas de los que hablo parecen llamados a asumir la presencia de fuerzas políticas que no tienen ninguna condición libertaria. Para que nada falte, en fin, en este caso ni siquiera puede invocarse la discusión que planteó la CUP catalana en sus inicios, cuando decidió concurrir a elecciones municipales en pequeños núcleos de población en los que, al menos sobre el papel, era imaginable el despliegue de formas de democracia directa. Obviamente no es éste el horizonte que invocan Guanyem Barcelona, Ganemos Madrid y la mayoría de los Ganemos que conocemos. Hoy mismo, y en otra radio, me han preguntado qué hay de libertario en la propuesta de Podemos. Con toda evidencia, absolutamente nada: los responsables de Podemos no coquetean, siquiera retóricamente, con ningún horizonte libertario. Y no lo hacen, en primer lugar, porque su apuesta, cortoplacista, no rompe premeditamente el molde de la vulgata socialdemócrata, no plantea ningún horizonte de superación del capitalismo y no presta atención a la corrosión terminal de éste y al colapso que se avecina. La deriva de Podemos es la de un partido atrapalotodo que no duda en defender unas fuerzas armadas garantes de la soberanía, asume un discurso nacional-patriótico y rehúye las definiciones ideológicas, a la manera, por cierto, de lo que hizo el PSOE en 1982. El proyecto correspondiente, dirigido por una cúpula jerarquizada, se asienta en lo que más parece una ficción de participación asamblearia, muy adaptada a la condición de muchos simpatizantes -no todos, claro- que son, sin más, activistas de Facebook, y consecuente, también, con el acatamiento de las miserias vinculadas con elecciones, partidos e instituciones. El panorama se completa con la certificación de que la ilusión que Podemos ha provocado en mucha gente se solapa con un escenario de inquietante desmovilización social y laboral. Aunque la responsabilidad al respecto no es exclusiva de la nueva fuerza política, no deja de sorprender que sus dirigentes no parezcan mayormente preocupados por ello. Esa cercanía a las instituciones y ese desdén por la movilización y por la lucha acaso se deben a que Podemos considera los movimientos sociales como meros resortes al servicio de un proyecto que dicta una vanguardia omnisciente, en un escenario que no puede estar más alejado del retratado por la palabra autogestión. Mucho me temo, en fin, que los dirigentes de Podemos, que creen encabezar un proceso que se encuentra bajo su control, bien pueden ser rehenes de un proyecto ideado por otros. Carlos Taibo Periódico CNT nº 415 - Enero 2015 Compartir en : Facebook Twitter Myspace Yahoo Google Plus

viernes, 20 de febrero de 2015

A propósito del carnaval, el rescate de la fiesta


Héctor J. Freire

“Sí, hace siglos que los seres humanos de
cualquier condición social pretenden huir
de la repetición diaria de lo mismo”.

Odo Marquard



Para comprender la real dimensión antropológica de la fiesta, y el lugar que ocupa ésta en nuestros días, como así también reflexionar sobre qué significa, que en estos más de treinta años de democracia, recién el 3 de noviembre de 2010 fuera aprobado por el Decreto 1584/10, El Feriado Nacional de Carnaval. Derogado el Decreto 21329 de 1976, por el cual la genocida dictadura militar borró el carnaval (“la fiesta popular por excelencia”) del “almanaque de los argentinos”, es necesario rastrear algunas consideraciones previas y esenciales sobre la misma. Desde las fiestas herméticas y misteriosas de la antigüedad, pasando por las populares, cómico-grotescas e irreverentes de la edad media y el renacimiento, a las “no tan festivas” modernas y actuales. Recreadas y registradas a lo largo de la historia de la pintura y el cine, el más masivo y popular de todas las artes.

leer más :  http://cultural.argenpress.info/2015/02/a-proposito-del-carnaval-el-rescate-de.html